Los mares están condenados

28.06.2011 11:38

 

EL MUNDO entrevistó a Daniel de La Calle, uno de los realizadores del documental “Un mar cambiante”, la historia de cómo la acidificación extinguirá la biodiversidad marina y cambiará la historia de los océanos. 

Con algo de nostalgia, Daniel mira e interactúa con algunos peces del acuario del Parque Explora. Será porque conoce el futuro que les espera a millones de estas especies.

Quiérase o no, los mares, como le conocemos hoy, están condenados a una sentencia irrevocable: muchas de las actuales especies marinas tendrán como destino la extinción en unos 100 años.

 

Aunque suena apocalíptica, esa afirmación es la conclusión que queda luego de conversar con el documentalista español Daniel de La Calle Gebele, productor del audiovisual A Sea Change, Un mar cambiante, puesto a discusión entre expertos en el Parque Explora, una historia que visibiliza y explica un término clave que deberíamos incluir en nuestro vocabulario: acidificación.

 

Este concepto de difícil pronunciamiento no lo es tanto en su comprensión cuando se cuenta mediante la narración de un viejo profesor que un día se entera de que su nieto quizá no tenga la oportunidad de conocer el mar que él tuvo la oportunidad de disfrutar, resultado de un fenómeno que atrae el 40 por ciento del dióxido de carbono (CO2) expulsado a la atmósfera a las aguas de nuestros océanos, lo cual afecta el PH y las vuelve más ácidas.

 

Preguntado el experto Daniel de La Calle cuándo comenzará la emergencia de los océanos su respuesta es contundente: “la amenaza es ya, la acidez a la que estamos exponiendo a los mares es algo a lo que no le hemos dado la relevancia suficiente. Para recuperar el mar que teníamos hace 200 años tendríamos que eliminar las fuentes de energía a base de carbono inmediatamente y luego esperar de dos a cuatro millones de años. Lo cual significa que solo nos queda desacelerar el daño. Ya no hay nada más que podamos hacer”.

 

No es fácil asimilar una realidad científica tan incómoda, la de un hipotético mundo sin peces y corales, sin grandes mamíferos, mares desérticos, azules, fríos, vacíos. Algo sobre lo que enfatiza Daniel, más que en la voluntad política de los mandatarios y empresarios, es en la conciencia que debe despertarse en cada persona, pues creer que vivir en una zona tropical lejos de los mares nos hace ajenos al problema es quizá el mayor error de todos.

 

“La cuenca del Amazonas, la más rica en biodiversidad en todo el planeta, se alimenta de los minerales que viajan por corrientes de aire desde el desierto del Sahara, en África, a 5.000 kilómetros de distancia. El nuestro es un mundo interconectado”. En esos términos es casi imposible no pensar que lo que hagamos en Medellín no habrá de repercutir mañana en cualquiera de nuestras costas.

 

Lo más importante es dejar atrás la desinformación y por lo menos compartir estos datos con otras personas para buscar una opción de conservación y exigencia a los gobernantes de turno, concluye de La Calle, uno de los líderes de esta investigación que ya ha sido validada por la Comunidad Europea y universidades de importante reconocimiento académico como la de Washington, en Estados Unidos.

 

 

Deterioro sin precedentes

De acuerdo con el informe “El océano en un mundo con altos niveles de CO2”, patrocinado por la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la Unesco, la acidez del océano se ha incrementado en un 30 por ciento desde el comienzo de la revolución industrial. Si la concentración de CO2  atmosférico sigue aumentando al ritmo actual, al final de este siglo el océano será corrosivo para las conchas de muchos organismos marinos. Ese incremento es 100 veces más rápido que cualquier cambio de la acidez que hayan experimentado los organismos marinos durante al menos los últimos 20 millones de años. Hace 65 millones de años, la acidificación del océano tuvo como resultado la extinción masiva de organismos marinos calcáreos, que son parte integrante de la red alimentaria marina. En aquella época, los arrecifes coralinos desaparecieron del registro geológico y tardaron millones de años en recuperarse. Hoy en día la concentración media de CO2 atmosférico es de 385 partes por millón (ppm), lo que supone un incremento del 38 por ciento con respecto al nivel de 280 ppm de la época preindustrial. La mitad de ese incremento se produjo durante los últimos 30 años.

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