EXPERTOS EMPIEZAN A relacionar algunos fenómenos extremos con el cambio climático. El tiempo difícil parece acrecentarse.
El reino de la confusión. El Niño, La Niña, que el invierno vino con ella, que el cambio climático es el culpable. Que hace sol, que llueve más. Tenga cuidado con el calor, abríguese esta noche.
Un fuerte huracán asusta Nueva York. Cuatro a cinco meses después de desactivarse, La Niña aparece de nuevo en el panorama sin que Colombia se haya recuperado de la devastación que causó en 2010. Tiempos extremos, ¿qué pasará esta vez?
Inundaciones, deslizamientos, lluvias, vientos, sequías y calores, deshielo. Siete plagas al acecho o... ¿acaso serán flor de un día?
Y el ciudadano común, entre tanto, desorientado. ¿Pueden atribuirse los fenómenos extremos del tiempo al cambio climático?
La pregunta ronda con más insistencia que antes en los medios científicos. Y una respuesta precisa no brota de los labios de ninguno.
Tornados aterradores sobre Estados Unidos, sequía empobrecedora en África; Pakistán bajo el agua, los rusos que se asan literalmente. ¿Qué está sucediendo? ¿Son 2010 y 2011 atípicos?
Uhmm... vaya a saberse. Los científicos comienzan a relacionar esas situaciones extremas con el cambio climático aunque, advierten, no toda gran lluvia ni huracán ni sequía pueden ser atribuidos a los efectos del calentamiento global.
La física elemental dice que una atmósfera más caliente contiene mayor cantidad de vapor de agua y debería haber más tormentas, que se alimentan de la humedad y el calor.
Y los efectos de los ciclos naturales como el Niño son un problema para los humanos desde mucho antes que comenzaran a llenar la atmósfera con dióxido de carbono. ¿Entonces?
Gavin Schmidt, modelador climático del Institute for Space Studies de la Nasa, en Nueva York, citado por Nature , cree que la atribución del tiempo extremo al cambio climático no es fácil, pero es posible. De hecho, dos estudios recientes asignaron a esta situación las catastróficas inundaciones del Reino Unido en 2000 y el aumento en precipitaciones en el Hemisferio Norte en el tramo final del siglo pasado.
Seis diferentes simulaciones, con y sin gases de efecto invernadero comparados con los datos actuales de precipitación, mostraron patrones inusuales: más pluviosidad sobre este hemisferio.
Los eventos extremos son devastadores. En Estados Unidos la N ational Oceanographic and Atmospheric Administration acaba de revelar el escalafón de las tormentas de los 1.000 millones de dólares: eventos climáticos catastróficos que superaron esa barrera: 99 desastres de 1980 a 2010 y 10 más que han ocurrido solo este año.
El número se ha doblado en estas tres décadas.
La atención de desastres por la temporada invernal de La Niña 2010-2011 exigió gastos por 126.000 millones de pesos en Colombia para atender a 4 millones de personas en emergencia según datos del Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres.
En 2009 habían sido 17.509 millones de pesos y 435.000 personas afectadas.
Los eventos extremos del clima son los desastres más destructores conocidos. En 2003 Europa sufrió la muerte de 40.000 ciudadanos por la ola de calor excepcional.
Saber qué los provoca es un tema de interés general: Para los ingenieros decidir cómo construir las obras, para las comunidades locales y regionales saber cómo adaptarse, y hasta para las aseguradoras fijar sus tarifas.
Si el problema es de la frecuencia y fortaleza de El Niño y La Niña, quizás ceda algún día; si es del cambio climático... será necesario aprender a convivir con él para disminuir las consecuencias.
Pero que los eventos extremos puedan ser atribuidos al cambio climático con plena seguridad, ayudaría a hacer ciudadanos más conscientes sobre la necesidad de reducir las emisiones de gases de invernadero.
Hay señales claras. Atenderlas parece lo más serio.
Científicos de Estados Unidos y el Reino Unido formaron una coalición, ACE (Attribution of Climate-related Events) tras un sistema internacional que pueda evaluar la influencia del cambio climático sobre eventos del tiempo casi tan pronto como aparezcan o incluso predecirlos. "La idea es mirar cada mes o algo así en las probabilidades cambiantes asociadas con esa influencia", explicó a Nature Peter Scott, científico del Met Office Hadley Centre. El clima es distinto al tiempo. Aquel son las condiciones del tiempo en una región, como temperatura, presión, humedad, precipitación, brillo solar, nubosidad y vientos en un año, promediado sobre una serie de años.
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